jueves, 23 de octubre de 2014

Halloween en cien palabras



La fiesta anual corrió por todo el barrio, perdiendo sus sortijas por los bares hasta quedarse borracha a unas cinco de la mañana en el pub "Perdición". Ellos comprendieron querer continuar en un motel.


Malevola se bajo de sus tacones, Franquenstein se arrancó los tornillos. Ella arrancó un trozo de su falda para quitarle el maquillaje, él extendió sus brazos hacia la cara de ella para quitarle la máscara.



Y entonces se vieron: El hombre con el que salia hace cuatro meses, que la emborrachó para hacer cosas sin protección, la mujer que dijo haberse quedado embarazada para cazarlo.


¡Huyeron despavoridos!

jueves, 2 de octubre de 2014

Productividad

Nunca pudimos conocernos porque estabamos aprendiendo cosas útiles, pero los sonidos y las imágnes que nos bombardeaban a todas horas nos inducieron ilusiones y sueños, nos sustituyeron las relaciones de nuestras vidas, sucedaneos productivos.
No nos dimos cuenta y pasaron los años, creíamos saber quienes eramos y el significado de los actos, pero no tuvimos tiempo de abordarlos y desarrollarlos porque estabamos trabajando.
Un día en el metro ibamos llorando la necesidad de nuestros instintos acorralados, la música era suave, y deseabamos el contenido imaginado tras las escenas tantas veces repetidas que solían acompañar esas notas. 
Nos encontramos, nos miramos y abrazamos el espejo de nuestra desolación creyendo que así llegaríamos a brazar nuestros deseos de amor y de ternura.
Decidimos casarnos y tener niños, y lo hicimos.
Lo hicimos dia tras dia, entre papeles, sudor, esfuerzo, lagrimas, penurias, deudas, cacerolas y tapers de espaguetis.
Sin vernos, sin poder hablarnos, sin compartir apenas tiempo, fustigando a nuestra prole para que asegurar su subsistencia en la productividad. Y por las noches, cuando nos acostabamos, nos acostabamos con los recuerdos de las historias que visionamos, con las melodías que escuchabamos en otras voces, con la música perenne de los cuentos de hadas, rezando porque los niños nunca despertaran.
Pero los niños despertaron, y despertó su llanto; y con el llanto de los niños despertó su hora de trabajo; y todas nuestras lágrimas y las suyas vinieron a parar a nuestras gargantas y nunca pudimos hablarles porque nos ahogabamos, y nunca pudimos hablarnos porque nos setíamos culpables.
Nuestras cabezas dejarón atrás los sueños y la realidad de los recuerdos nos atormentaba en cada sonido, en cada verbo, en cada acto. Y entonces te moriste de viejo y me quedé sentada junto a la tumba de un desconocido, un desconocido al que un día besé como si fuese mi verdadero marido.

Odio

Tu Dios exige que mates, el mio que te encierre.
Tus ancestros opinaron que es mejor matar que vivir con odio, los mios me enseñaron a evitarlo, a ser fria y acorralarlo hasta hacerlo minúsculo como un grano de arroz.
Los granos de arroz son poderosos, necesitan agua, mucha agua y llenan el estomago con el vacio de una enorme burbuja que pronto desaparece pero que parece saciar.
Mi cuerpo decía basta cuando veía correr la sangre de los niños, de los niños que nunca tuve, de los niños abortados, muertos, soportando el peso del rifle.
Las balas son rápidas, son más rápidas que las palabras.
No existen manos suficientes para parar tanto odio.
Poco a poco nos fuisteis matando, mi Dios nos falló a ambos porque el tuyo recibía más y más sacrificios y se apoderaba del mundo.
Nadie fué consolado, pero las burbujas de arroz parecían ser tan importantes...
Hoy te veo, con la camiseta jironeada en negro y rojo, buscando el grano que te falta, corriendo entre los escombros, azuzando la ira del corazón de la miseria sobre la que cabalgas, evitando las minas que colocaron tus propias gentes en la ciudad derruida que un día llamé esperanza.
Estoy sola, soy la última de mi raza, jamás podré digerir este arroz, pero siento satisfacción.
La tierra está yerma, la tierra que no volverá a ser de nadie, que no volverá a producir esta semilla.
Hoy te veo con tus quince estúpidos años, avanzando, siguiendome la pista hasta este callejón derruido; te aguardo, mientras olisqueas el aire en mi busca.
Soy la última y lo sabes, avanzas, pensando en los que no dejamos vivir en la libertad que queríais, muriendo estériles, de puro viejos o sembrando nuestros campos.
Me odias y rastreas mi olor y mis huellas, creyendo que al final encontrarás tu paraiso. Disparo el arma y acierto en el blanco, entre los dos ojos, por fin la muerte.
Hoy ha muerto un Dios bueno, nadie hay que siga sus consignas, ha muerto un Dios malo, , no queda nadie a quien sacrificar, también tu fuiste el último de algo.
Hoy ha nacido un Dios estúpido que nunca sabrá que hacer con todo el arroz que queda, se llama Soledad. Tengo doce años, me queda toda la vida para honrarle.