martes, 29 de noviembre de 2016

Reto escultura



Por aquél entonces vivía yo entre las casas bajas, la mayoría blanquitas, pero alguna con techado de cartón y uralita. Las nenas y los nenes solían divertirse improvisando balancines y toboganes con los restos de las puertas derribadas de alguien que consiguió irse. Pero yo no, yo tenía un maestro. Mi maestro tenía la profesión de soldador, y a soldar me enseñaba cuando esquivaba a mi madre, a mi padre y a los otros maestros de la escuela, que nada me enseñaban, más que a esquivar los cuchillos del resto de infantes en el colegio. El último año que pasó conmigo, mi maestro se dedicó a enseñarme a moldear el hierro y la basura para formar muñecos de mi altura. Conseguía fácilmente materiales a mi alrededor, pero lo dificil era encajarlos e incrustarlos en las pequeñas figuras. Después de varios intentos fallidos, un día le dije: Este, este que acabo de terminar ha quedado tál como quería. Al día siguiente mi maestro se fué, a una bonita casa nueva que acababan de concederle. Núnca volví a verle. Algunas veces tengo una pesadilla, una pesadilla en la que sólo soy un muñeco más formado por sus manos. Entonces despierto y recuerdo: Ahora soy una gran escultura del metal y tengo que mantener mi imagen para acudir a las exposiciones y no volver nunca a las casitas de cartón y uralita

De meigas



Habrá mucha gente que no me crea, pero en cuestión de meigas haberlas haylas. Hace muchos años, décadas, supe que el rito nace, se hace y se deshace cómo te lo pide el cuerpo. Tu corazón, es la guía. Ese mismo corazón que tiene pesadillas con velas negras, con amenazas displicentes de tanto impresentable vespertino, con sangres compartidas de no se sabe qué muertos oscuros. Es así. Nací en la España profunda, con los ritos de siembra acordes a las lunas. Crecí con el budú de las navajas ocultas en rincones de penumbra. Hice mi ajuar de plumas de buitres tremebundos. Soltera me hallé arrojada a las turbulencias de un mar hediendo e infecundo.
Acalorada dibujo un circulo alrededor mio, con cinco puntitas, pero dirigidas hacia mi: Invoco al mundo desde mi infierno, y, cuando lo atisbo, deshago la figura con la esperanza del reecuentro.

Reto espejo



La madre golpeaba y golpeaba a la niña. La pequeña quería preguntar, hablar, adivinar. La madre no cesaba, tenía claro el objetivo, nada valían las "excusas". Con la zapatilla, en la cabeza, contra la pared, la niña interponiendo solo el hombro, no el brazo, por miedo a que recrudeciese el apaleamiento, acorralada contra un espejo. La madre, sonriendo, dió un ultimo golpe y la cabeza choco. Hubo un crujido cómo de algo roto, y allí, en el espejo, la niña, por fin, quedo convenientemente atrapada.

Niño





Que triste ser niño, que triste ser niño... condenado a lucha, solucionandose sus propios problemas. Condenado, condenado a vivir el presente, sin pasado, sin futuro, sin pensar. La consciencia atrapada en la sensualidad agreste de una paz efímera de espejos alterados. Que triste ser hombre, haber crecido con el destino salvaje del orgullo efímero y traicionero de un antiguo flagelo.

Reto caja



Criba, tras criba, mudanza tras mudanza, fuí arrinconando mi alma en el interior de una sola caja; así tuve que abandonar las lágrimas, el dolor, que tengo unido al amor, apenas deja hueco para la documentación escrita.

Reto Humo


La figura perfecta, cada línea adecuadamente conformada, cuerpo de mujer en la veintena. El humo se difumina, se expande, y aparecen mis labios, mis ojos irritados, mi voz quebrada por el cigarro que un momento antes diese forma calma a la expresión de lo que hice por un beso. ¿Quien eres tú? Una voz me llama por detrás de mi espalda. Yo no soy nada, soy la escultora de humo. ¿Todo eso por un beso? ... y en aire quedó la bocanada.

Soledad



Y es cuando la soledad se masca y la lluvia te envuelve en sus sábanas; cuando la luna se vuelve sombra y te llegan las notas de nostalgia; cuando desesperadas se te abren las puertas del alma; entonces es cuando se desprende jazz de la miradaY es cuando la soledad se masca y la lluvia te envuelve en sus sábanas; cuando la luna se vuelve sombra y te llegan las notas de nostalgia; cuando desesperadas se te abren las puertas del alma; entonces es cuando se desprende jazz de la mirada

Letras



Cuando las letras se desnudan y tiran sus abrigos negros al destino, cuando sus ropajes enlutados desaparecen y dejan paso a la transparente realidad, entonces las hojas blancas del porvenir toman sentido si acaso. Seguirán existiendo sus cuerpos de verbo tras las pupilas, allá tan adentro.

Reto Locura elegante




Me asomo a la ventana y solo veo tráfico y más tráfico, gente de compras, adherida a sus quehaceres, solamente sus quehaceres conforman a esas gentes. Hace tiempo que no salgo, cuando se les mira a la cara solo pueden verse sus decepciones, un esposo que se escapa, una mujer que hace calceta mientras uno llora los trabajos de su alma, unos padres que ignoran todo de uno, un absurdo horario que cumplir, haciendo algo absurdo, con gentes aún más absurdas. Hace tiempo que no salgo, nunca salí, siempre aquí, rodeada de absurdas cosas pretendidamente bellas, la belleza de las cosas que duele hasta el alma cuando se siente sola. Papél empapelando las paredes, pretendidamente elegante, elegantemente vacuo. Hace tiempo que no salgo, ya he leído y releído tantas veces la biblioteca... los personajes ya no me hablan, ya no me cantan, siempre están en su pretendida pose de moral o belleza. Tan sólo ese marco, con su cielo celeste, tan alto que a veces imagino que es una ventana a otro mundo, solamente esa idea me sujeta...

viernes, 1 de julio de 2016

La casa de las brujas

Según el sol se iba ocultando, el frescor del aire de la sierra iba tomando su lugar. La belleza de la montaña se ruborizaba ante la casa de "Las brujas"; a medio camino entre el pantano del valle y la cima rocosa, desde allí, podía observarse, en su amplitud pasmosa, el anfiteatro formado por las altas cimas circundantes; las más cercanas llenas de pinos diversos, de zarzamoras, de rocas que descansaban en figuras imposibles, de lagartijas y cucos, de abubillas y ciempiés; las lejanas, al otro lado de la aparente pero traidora calma del agua, mostraban los cultivos del hombre, que, tratando de aplanar cualquier rebeldía del terreno, parecían un verde papel erizado al que la naturaleza hubiese ido apuntalando, a lo largo de los siglos, como si quisiese construir su propio circo.
Siempre había sido así, tarde tras tarde, mes tras mes, el sol calentaba por el día y el fuego se deshacía por las laderas al abandonar la tierra prometida del hielo.
Mercedes y Jaime, los dos hermanos presentes, recortaban al rojo circundante sus respectivas alargadas sombras.
-Es curioso, se ha ido y no siento nada. Siempre pensé que alguna vez conseguiría sentirla. Siempre fue buena, muy buena, quizás demasiado buena. Consiguió sacarnos adelante a los ocho, siete hermanas y yo, el pequeño. No nos faltó de comer, ni de vestir, quizás algún día pasamos frío, pero se las apañó incluso para mandarme a la universidad.
 -Si, siempre fue buena-Respondía la hermana
.Cuando me metía en peleas con los niños del pueblo no me regañaba ni se enfadaba conmigo, se limitaba a castigarme cara a la pared y a repetirme: "Piensa.". Y yo pensaba, pensaba en que siempre llamaban a mi casa la casa de las brujas, y en la manera de hacérselo pagar. -Decía Jaime.
-Ya sabes cómo era, no se enfadaba nunca
-Cuando le rompí a Saúl la cabeza tirándole por las escaleras de la Iglesia me miró con decepción hasta que el pobre salió del hospital, y aún me tuvo un mes en casa, supongo que para evitar los comentarios del vecindario.
-Ya teníamos bastante con padre.
-Se fue, padre se había ido, ni aún guardo recuerdos suyos. Debió de ser muy duro. Pero yo nunca pude sentirla a ella. Teníamos regalos en navidad y en nuestros cumpleaños y en los santos, yo los disfrutaba siempre, pero cómo si cayesen del cielo, no como si viniesen de ella.
-Era sufrida, quería lo mejor para nosotros.
-Cuando dejé embarazada a Felisa, se hizo cargo de la muchacha y del niño mientras yo hacía la carrera; cogí psicología, lo recuerdo, para poder irme del pueblo. No pensaba regresar.
-Y Felisa se fue a la ciudad a buscarte siete años después y consiguió  rehacer su vida con el abogado.
-Luego mamá se puso enferma y os ocupasteis vosotras.
-Alguien tenía que estar.
-Por eso la llamaban la casa de las brujas, por nuestra familia. Desapareció el bisabuelo, desapareció el abuelo, desapareció Padre. Desaparecí yo. Una casa de mujeres, de mujeres trabajadoras, de mujeres fieles, de mujeres solas. Nunca la sentí.
-¿Lo has decidido ya?
-Si. Los campos se los reparten Cristina y Luisa. María y Susana se quedan con el dinero de la familia. Tú, Ariadna y Soledad no quereis formar parte del reparto. Mis abogados dicen que es un reparto justo. Que yo me quede con la casa.
-Sabes que todas hemos querido vivir aquí, aunque Ariadna y Sole tienen casa en la ciudad.
-Nunca sentí a Madre, quizás así lo consiga. Pero vamos, se hace tarde. Quiero empezar este mismo atardecer. Derruiremos juntos el ala vieja, cómo te dije, tengo la retroexcavadora preparada, luego mezclaré las cenizas de Madre en los escombros, con la última luz, y mañana comenzaré a construir la parte nueva.
-Sabes que Madre quería descansar en el lago, Cristina y Susana...
-Olvídalas, siempre han estado trabajando, ahora me ocupo yo. Yo decidiré que se hace con sus cenizas.
Y Jaime se dirigió a la potente máquina, encendió, arroyo, retrocedió y volvió a arroyar, una y otra vez. Cuando se hubo asegurado del trabajo hecho tomó las cenizas de su madre, bajó del aparato y se dispuso a abrirlo para extender los restos. No lo hizo empero, algo le sobresaltó. Siete sombras rodeaban la suya, y de cada ladrillo roto un trocito de material blanco sobresalía. Se dio la vuelta.
-¿Estáis todas? ¿Qué haceis aquí?
-Esta es la casa de las brujas, es nuestra casa, y lo que tienes en las manos es la urna de nuestra madre. -Dijo María.
-Está bien podéis quedaros. ¿Qué demonios es lo que tienen los ladrillos? ¿Esta cosa blanca?
Preguntó dándole un puntapié al más cercano.
-Agáchate y míralo. - Se limitó a indicar Luisa
-¡Son huesos! -Exclamó Jaime- ¡Dios santo! ¡Los bisabuelos construyeron con huesos! ¡Cada ladrillo tiene el suyo!
-No.- Contestó Mercedes- El abuelo desapareció. La bisabuela construyó con huesos, y la abuela construyó con huesos, y madre construyó con huesos. Todo tiene una explicación. Esta es la casa de las brujas, una casa de mujeres, de mujeres trabajadoras, de mujeres fieles, de mujeres solas. Tú tendrás tu parte. Eres el varón. Y tenías razón, va siendo hora de renovar ciertas partes del edificio.

domingo, 31 de enero de 2016

pena

La pena nació conmigo, lloró, me acompañó, me hizo fuerte. Luego, según fui creciendo, fué marchándose a ratos, explorando otros lugares, otras personas, pero seguía hablandome al oido. Tuvimos suerte, dinero, risas y vacaciones, nos gustaba lo que veíamos y nos sentíamos seguras. Decidimos separarnos una temporada y contarnos después, y yo fuí feliz. Pero la pena volvió de golpe, contandome todo lo que había acaecido en mi ausencia, recriminandome todos los imposibles actos no representados en las escenas de mi vida, gritandome y chillandome la realidad de nuestras situaciones, bajandome del pedestal de mi pasajera y vacua alegría. Cerré los ojos, un instante, una vida, cuando los abrí la ví de lleno y supe que era mia.