martes, 29 de noviembre de 2016

Reto escultura



Por aquél entonces vivía yo entre las casas bajas, la mayoría blanquitas, pero alguna con techado de cartón y uralita. Las nenas y los nenes solían divertirse improvisando balancines y toboganes con los restos de las puertas derribadas de alguien que consiguió irse. Pero yo no, yo tenía un maestro. Mi maestro tenía la profesión de soldador, y a soldar me enseñaba cuando esquivaba a mi madre, a mi padre y a los otros maestros de la escuela, que nada me enseñaban, más que a esquivar los cuchillos del resto de infantes en el colegio. El último año que pasó conmigo, mi maestro se dedicó a enseñarme a moldear el hierro y la basura para formar muñecos de mi altura. Conseguía fácilmente materiales a mi alrededor, pero lo dificil era encajarlos e incrustarlos en las pequeñas figuras. Después de varios intentos fallidos, un día le dije: Este, este que acabo de terminar ha quedado tál como quería. Al día siguiente mi maestro se fué, a una bonita casa nueva que acababan de concederle. Núnca volví a verle. Algunas veces tengo una pesadilla, una pesadilla en la que sólo soy un muñeco más formado por sus manos. Entonces despierto y recuerdo: Ahora soy una gran escultura del metal y tengo que mantener mi imagen para acudir a las exposiciones y no volver nunca a las casitas de cartón y uralita

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